Por otra parte, la Escuela de Frankfurt recibe también la influencia directa de otros dos pensadores, que junto con Marx, constituyen la denominada por Ricoeur Filosofía de la sospecha, por lo que nos referimos a Nietzsche y Freud. Su influjo sobre Adorno y el resto de frankfurtianos es notable, ya que como decíamos, continúan un tipo de reflexión encaminada a poner de relieve el fracaso del ideal ilustrado en todos sus ámbitos, algo a lo que ya se dedicaron estos pensadores del XIX, quienes fueron conscientes de ello a pesar de que el positivismo decimonónico invadía todos los terrenos como culminación del proyecto ilustrado. Marx, Nietzsche y Freud se rebelaron contra él, el primero desde el ámbito económico y social, el segundo principalmente desde el ámbito moral y Freud desde el propio mundo interior del hombre, poniendo de manifiesto la vulnerabilidad de la conciencia humana y sus capacidades, tan exaltadas desde la Modernidad.
F. Nietzsche |
Este tipo de filosofía crítica, cuyas principales denuncias apuntan hacia la complejidad del mundo actual y las consecuencias que ello trae consigo para el propio ser humano, se desarrolla a lo largo del siglo XX a través de algunas corrientes de pensamiento y de diferentes pensadores que continuaron en cierta medida la tarea iniciada por la Escuela de Frankfurt, si bien con algunas diferencias y matizaciones al respecto. Entre otras, destacaré las reflexiones llevadas a cabo en este ámbito por el existencialismo, cuya vertiente más activista, políticamente hablando, liderada por Sartre, continúa en cierto sentido la línea crítica y reivindicativa con respecto al sistema establecido, iniciada por Marx y Engels entre otros, y continuada por los frankfurtianos [7] , situando el plano de la libertad humana en el centro de sus reflexiones.
K. Marx y F. Engels |
Sin embargo, no todos los componentes de la Escuela de Frankfurt mostraron su rechazo ante el proyecto ilustrado, por suponer éste el momento a partir del cual el ser humano acrecentaría su afán de dominio sobre el mundo y sobre el resto de los hombres, acabando con su propio mundo interior en aras del progreso y del “bienestar” de la sociedad occidental. Fue Habermas, perteneciente a la segunda generación de esta escuela quien se empeñó en defender el referido proyecto ilustrado, alegando su carácter inconcluso o inacabado, distanciándose así del espíritu primigenio de la escuela, sus primeros miembros y su ya citada Teoría Crítica de la sociedad, pues el discurso de Habermas dista mucho del de su maestro Adorno, quien se empeñó a lo largo de toda su carrera en poner de manifiesto los mecanismos de control con los que cuenta la industria cultural para apaciguar y aquietar la conciencia de los hombres, incorporando al propio sistema cualquier atisbo de disidencia al respecto. En cambio, Habermas cree firmemente en el sistema, al que critica solo ciertos matices que podían ser mejorados a través de muchas de las tesis que él mismo propone, tales como la acción comunicativa llevada a cabo por una comunidad ideal de interlocutores. Resulta incluso sorprendente que en la llamada Disputa del Positivismo[14] entre Adorno y Popper, Habermas continúe el debate como discípulo del primero con Albert, seguidor del segundo, cuando el concepto de sociedad y del sistema que debe imperar en ella defendido por Habermas se asemeja bastante al de la sociedad “abierta “ y “libre” defendida por Popper [15] , uno de los máximos exponentes teóricos del neoliberalismo capitalista imperante en nuestra sociedad y rival de Adorno en esta disputa acerca del método de investigación propio de las ciencias sociales, cuestión ésta que nos dirige necesariamente hacia el concepto o la visión personal que cada parte tiene sobre la sociedad y su entorno para poder defender un determinado posicionamiento al respecto.
J. Habermas |
En cuanto a Adorno, es uno de los miembros más destacados de esta primera generación de pensadores. Se incorpora al Instituto para la Investigación Social en 1923, después de haber realizado algunas incursiones en el ámbito de la música, ya que compuso algunas obras de cámara vanguardistas, de carácter atonal, escribió varios ensayos de crítica musical y estudió composición con Alban Berg en la Escuela de Viena, donde entró en contacto con otros dos importantes compositores: Anton Webern y Arnold Schönberg, gracias a los cuales, especialmente al segundo de ellos, desarrolló su idea sobre la Nueva Música a través de la tonalidad libre, sirviéndose de complejos conceptos filosóficos para describir las diferentes formas musicales. Pero esta visión adorniana de la música no fue compartida por los principales representantes de la Escuela de Viena, por lo que decidió marcharse a Frankfurt y aparcar su carrera musical. Poco después comienza su relación con el Instituto para la Investigación Social, obligado a trasladar su sede y a muchos de sus miembros por el ascenso de Hitler al poder, como comentamos anteriormente. Será precisamente durante su exilio en Estados Unidos cuando escriba junto a Horkheimer Dialéctica de la Ilustración, la obra sobre la que aquí vamos a centrarnos, especialmente en el capítulo dedicado al análisis de la industria cultural, como ya hemos comentado, y que lleva por título “La industria cultural. La Ilustración como engaño de masas”.
Adorno y Horkheimer intentarán poner de manifiesto en esta obra el fracaso que han experimentado muchos de los ideales que profesaba la Ilustración, cuyo concepto de razón se ha tornado logos dominador y encubridor de los verdaderos males que asolan el mundo. En esta obra sus autores exponen su reflexión acerca de esa dialéctica en la que ha quedado inmersa la Ilustración y todos sus valores, pues estos han degenerado en la época actual en algo muy distinto a lo que perseguían en un primer momento, según nos cuentan estos pensadores, aunque a mi juicio, nuestro mundo actual, su funcionamiento y sus mecanismos, así como los principios y valores que imperan en él, no son más que una consecuencia lógica de la evolución que estos han seguido desde el siglo de las Luces, momento a partir del cual el mundo comenzó a adquirir una complejidad alarmante, que exigía sin remedio un cambio en el estilo de vida, en las relaciones con los demás, en el modo de enfrentarnos al mundo y, en definitiva, un cambio en el concepto de razón, por lo que será habitual, a partir del siglo XX hablar de razón técnica, tecnológica o como gustan de hacerlo Adorno y Horkheimer, razón instrumental.
M. Horkheimer y T. Adorno |
De entre los elementos controladores y dominadores de la sociedad Adorno va a destacar en primer lugar al cine y la televisión, poniendo de manifiesto la intencionalidad que persigue a través de ellos la industria cultural, a saber, mostrar una serie de valores y actitudes dignas de imitar, con la única pretensión de contentar a las masas, ejerciendo al mismo tiempo el control sobre ellas. La televisión, desde sus comienzos, ha sido un elemento manipulador al que ha apelado la industria cultural para satisfacer sus intereses. Tanto el cine como la televisión o la radio, según Adorno, pierden su valor y se convierten en meros productos al servicio de la industria cultural una vez que esta ha filtrado sus contenidos. Ellos suponen una herramienta muy eficaz para evitar el desarrollo de nuestro pensamiento, de nuestra conciencia ante el mundo, volviéndonos incapaces de rebelarnos contra el sistema o en su caso, incorporando en él cualquier atisbo de disidencia o alternativa al orden establecido para crear así una imagen de libertad y respeto hacia diferentes posiciones, que resulta ser falsa, porque no hay un sistema alternativo real a gran escala, pues este es asumido inmediatamente por el mismo patrón que rige en las sociedades occidentales y que se extiende a los principales ámbitos de nuestra vida.
Además de la televisión, Adorno habla de algunos elementos más como manifestaciones del poder de la industria cultural, que si bien en sus inicios nacieron con el objetivo de llevar a cabo el progreso y mejora de la sociedad, posteriormente son desvalorizados, sometidos a la ley de la oferta y la demanda, corrompiéndose así su esencia y desvirtuándose su sentido a causa de la sociedad de consumo en la que viven instalados. Nos referimos especialmente al arte, del que Adorno hace un análisis detallado, mostrándonos su función en la sociedad.
Como dijimos, Adorno critica el elemento placentero en el arte porque con ello se ocultan las contradicciones que existen en la realidad, convirtiéndose en un objeto agradable al consumo y por ello lo considera un elemento más utilizado por la industria cultural para ejercer el control sobre las masas. Por eso, Adorno va a reivindicar un arte crítico, que no tenga como función evadirnos de la realidad, sino más bien, provocar esa experiencia de ruptura que nos hace conscientes de la situación del mundo real en que vivimos. Adorno apuesta por un arte inútil, en el sentido de que su fuerza se encuentre en oponerse a toda sociedad de la utilidad y la ganancia. Por ello, defiende un arte negativo, que critique los valores establecidos, y propone a un nuevo espectador, libre, crítico, que sea capaz de renunciar a esa falsa reconciliación con el objeto, en este caso la obra de arte, impidiendo que se la emplee como elemento de consumo y placer. Por eso, Adorno critica el arte entendido como catarsis, como comentábamos anteriormente a propósito de Aristóteles y de su concepto de arte, pues cree que de esta forma el arte sería una forma de dominio encubierta bajo una apariencia de curación.
Estas son las principales tesis defendidas por Adorno sobre el arte y su relación con la industria cultural y que pone de manifiesto a lo largo de este capítulo que comentamos y de la obra en general. Pero como dijimos, además del arte, del que hemos hecho mención especial, Adorno analiza otros elementos propios de nuestra sociedad utilizados por la industria cultural para mantener su control sobre las masas, y otro de ellos será la publicidad.
De suma relevancia a este respecto resultan también los análisis y reflexiones llevadas a cabo por el filósofo, científico y activista político Noam Chomsky, quien en muchas de sus obras [23] pone de manifiesto las atrocidades cometidas por las grandes potencias, especialmente por Estados Unidos, en los ámbitos político, económico, militar y social, en aras de la democracia, los derechos civiles y libertades de las que presumen, así como también analiza el papel que juegan en nuestra sociedad los medios de comunicación, dispuestos al servicio del poder establecido. En este sentido, Chomsky continúa la labor iniciada por Adorno y el resto de frankfurtianos de la primera generación de la escuela, endureciendo su crítica al sistema porque este también ha incrementado su dominio sobre nuestras conciencias a medida que la sociedad se ha ido tecnologizando y por tanto, incorporando nuevos elementos para este fin.
En una línea similar realizan sus trabajos también intelectuales de la talla de I. Ramonet, J. Petras, H. Dieterich o M. Albert, por citar solo algunos de ellos, aunque la lista es mucho más extensa. Se centran principalmente en la crítica hacia el sistema establecido, haciendo una reflexión acerca de nuestro modo de vivir en él y proponiendo modelos alternativos al vigente en los ámbitos económico, político y social, especialmente en el caso de M. Albert, quien ha ideado y desarrollado el denominado sistema de «economía participativa», de sumo interés para todos aquellos que muestran su malestar ante el estado actual del mundo y nuestra manera de interactuar en él.
No me gustaría acabar sin antes mencionar también la importancia a este respecto de una de las obras actuales más reveladoras en cuanto al funcionamiento real de la economía internacional y su relación con las grandes empresas y multinacionales. La obra en cuestión se titula No Logo [24] y aquí su joven autora, Naomi Klein, nos muestra la cara más terrible que puede llegar a presentar la globalización económica y política a la que asistimos en nuestros días, analizando el modo de vivir propio de las sociedades de consumo occidentales, contrastándolo con el de aquellos que se encargan de producir, en condiciones infrahumanas, todos los bienes y elementos que “necesitamos” para colmar nuestra vida. Nos muestra así la evolución y expansión del sistema capitalista contra el que arremetieron Adorno y el resto de frankfurtianos en su primera generación, en un análisis crítico más exhaustivo que el de aquellos por la aportación de los nuevos datos, por la enorme complejidad actual del mundo y por la continua y rápida sucesión de acontecimientos históricos transcurridos desde entonces, y todo ello desde una óptica no estrictamente filosófica, aunque todo análisis sobre el mundo y el lugar que ocupamos en él difícilmente puede desprenderse de la reflexión filosófica a la que nos lleva irremediablemente.
Por último, en este pequeño recorrido por algunos de los seguidores de la crítica adorniana sobre la industria cultural, sus mecanismos y su funcionamiento actual, me gustaría destacar la labor de uno de los pensadores más relevantes en el panorama filosófico actual, P. Sloterdijk, y en general continuador asimismo del proyecto frankfurtiano tal y como este fue concebido en sus orígenes, por el interés y dedicación de este pensador hacia una temática muy similar a la estudiada por la Escuela de Frankfurt en sus comienzos, como fueron sus estudios sobre el arte, la política, la economía, la sociedad o el psicoanálisis. En algunas de sus obras más emblemáticas, como Crítica de la razón cínica o Esferas analiza el funcionamiento del mundo actual desde todos sus ámbitos, remontando el origen de la desnaturalización y la superficialidad que van adquiriendo nuestros valores y nuestro modo de interpretar el mundo a la época ilustrada, por lo que su análisis bebe directamente de la crítica llevada a cabo por Adorno y Horkheimer, especialmente en la Dialéctica de la Ilustración, hacia la Época de las Luces, y todo ello desde el estricto plano de la filosofía, haciendo un recorrido por los diferentes autores y corrientes de pensamiento que pueden darle la clave para llevar a cabo una auténtica reflexión sobre nuestra situación actual en el mundo.
Mi propósito en este pequeño comentario ha sido poner de manifiesto la labor acometida por Adorno en cuanto a la reflexión que elabora en torno a un mundo y una sociedad cada vez más compleja, más tecnologizada y más adoctrinada, debido a los medios con los que el sistema cuenta para reducir la capacidad crítica de los individuos y su toma de conciencia acerca de las contradicciones que acechan nuestra realidad. Asimismo, he querido dejar constancia de algunos de los continuadores de esta labor esclarecedora acerca del funcionamiento del mundo, que han seguido la estela de Adorno y otros frankfurtianos desde otros planos distintos a la filosofía, como hemos visto, aunque la esencia de su trabajo sigue intacta, pues el objetivo de todos estos grupos, corrientes, pensadores y activistas mencionados no es otro que hacer constar el malestar que siente buena parte de nuestra sociedad al descubrir los verdaderos problemas con los que hemos de enfrentarnos.
Y en todo ello, la filosofía juega un papel de suma importancia, pues además de suponer un estilo de vida y pensamiento particular, una determinada visión del mundo y de todo lo que nos rodea, representa también una herramienta muy adecuada para la crítica, poniendo a nuestro alcance todos los medios que le son propios para llegar a posibles soluciones o respuestas, aunque a lo largo de su historia se ha caracterizado principalmente, no por respuestas claras y definitivas, sino más bien por los planteamientos y problemas que cada época, cada generación nos ha legado, para que continuemos el trabajo comenzado, incorporando nuevos conocimientos y nuestra visión particular, determinada por el momento histórico que nos toca vivir a cada uno de nosotros. Y eso es lo que seguiremos haciendo.
Patricia Terino
Editorial Edita, 2009.
Notas
[1] El nombre se acuña en la década de los 60, para agrupar a un tipo de filosofía crítica, siguiendo las líneas de un marxismo renovado.
[2] Algunos de sus primeros miembros más notables fueron los economistas F. Pollock y H. Grossmann, el sociólogo K. A Wittfogel, el historiador F. Borkenau, el psicoanalista E. Fromm , el politicólogo F. Neumann y los filósofos M. Horkheimer, T. W. Adorno, H. Marcuse, W. Benjamin o J. Habermas (segunda generación).
[3] En el caso de Adorno, este rechazó toda forma dogmática del marxismo, así como la sociología de tipo humanista, abandonando a su vez la identificación establecida por Marx entre el partido comunista y el sujeto revolucionario. Este será concebido de forma diferente por los distintos miembros de la escuela. Es bien conocida la tesis de Marcuse que identifica a este sujeto revolucionario con los más desfavorecidos de la sociedad, estudiantes y marginados, convirtiéndose por ello en uno de los principales teóricos del conocido Mayo del 68.
[4] Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos . Madrid. Trotta, 1998.
[5] El Instituto se fundó en 1923 y su primer director fue K. Grünberg; le sucedió F. Pollock y en 1931 M. Horkheimer ocupó este puesto.
[6] Es interesante a este respecto la reflexión que P. Sloterdijk lleva a cabo en su obra Crítica de la razón cínica acerca del adoctrinamiento al que son sometidos los individuos de nuestra sociedad, describiendo en este caso la exaltación de sentimientos que expresaban los voluntarios que partían hacia el frente en la I Guerra Mundial; lo relata así: “En el primer año fueron auténticos ejércitos de voluntarios los que hicieron la guerra, nadie tuvo que ser obligado a ir al frente. La catástrofe atraía a la juventud Guillermina (…) No existe ni el más mínimo motivo para creer que los hombres de entonces hayan sido completamente distintos a los de hoy (…) La diferencia consiste solo en que los mecanismos psíquicos funcionan de una manera más oculta en las generaciones posteriores”.
[7] Aunque también podemos destacar algunas diferencias, como el rechazo de Sartre hacia el materialismo dialéctico marxista, por considerar que este no puede guiar el desarrollo de la naturaleza, la historia y el pensamiento, pues este determinismo entraría en contradicción con el concepto de libertad defendido por el filósofo existencialista.
[8] La primera escisión en el grupo de seguidores de Freud se da en A. Adler, fundador de la “psicología individual”. Le sigue C. G. Jung, quien propuso un sistema denominado “psicología de los complejos” e introdujo la noción de “inconsciente colectivo”.
[9] La pregunta por la técnica . Ediciones Folio S.A. Barcelona, 2007. (Se trata de una conferencia dada por Heidegger en 1953 y redactada posteriormente).
[10] No se trata de un conjunto compacto de doctrinas, sino más bien de una actitud y un posicionamiento filosófico contra el subjetivismo, el humanismo, el historicismo y el empirismo por parte de pensadores como Foucault, Lévi-Strauss, Althusser y Lacan.
[11] A este respecto resultan sumamente reveladores los trabajos de Lévi-Strauss en obras como Las estructuras elementales del parentesco, El pensamiento salvaje o Mitologías, obras todas ellas en las que se encarga de desmentir con los datos científicos y concretos aportados, las tesis que afirman la superioridad de la cultura occidental sobre las demás. Así, demuestra, por ejemplo, que el «pensamiento salvaje» no es en absoluto menos lógico que el del «hombre civilizado», pues su ordenamiento de la naturaleza responde a una racionalidad muy clara, así como los mitos, propios de muchas culturas diferentes a la nuestra, revelan una rígida lógica estructural.
[12] Los postmodernos hablan de una razón fragmentada debido a los fracasos de esta desde la Modernidad y especialmente desde la Ilustración, por lo que el postmodernismo es tachado habitualmente de pensamiento débil.
[13] Son analizados en una de sus obras más famosas, La condición postmoderna, donde reflexiona sobre los “grandes proyectos” para la humanidad que había ideado la Época de las Luces.
[14] Se trata de un congreso que tuvo lugar en Tubinga en 1961 acerca de la lógica y metodología de las ciencias sociales, cuya inauguración comenzó con las intervenciones de Popper y Adorno.
[15] Especialmente en sus obras La sociedad abierta y sus enemigos y La miseria del historicismo.
[16] Es evidente que nuestra sociedad actual cuenta con algunos elementos más y de mayor alcance que los mencionados, dados los avances tecnológicos de nuestro tiempo y que Adorno no llegó a conocer, como la gran difusión y relevancia de los medios de comunicación de masas actuales y la tecnología multimedia, destacando especialmente el papel que juega internet en nuestra sociedad.
[17] Afirmaciones hechas por Horkheimer en 1939.
[18] Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos.
[19] Jerry Mander hace un estudio exhaustivo sobre ello, especialmente en su obra Cuatro buenas razones para eliminar la televisión.
[20] Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos .
[21] A este respecto son interesantes los casos de H. Miller o C. Bukowsky, quienes encontraron en la literatura y en su modo de escribir una vía para hacer soportable la existencia en la sociedad y el mundo que les tocó vivir, resultando de sus trabajos obras enormemente críticas con el estilo de vida de las sociedades occidentales, especialmente con la norteamericana, de la que procedían.
[22] El concepto de arte de Adorno supone una de las revisiones hechas al marxismo al situar precisamente al arte como sujeto revolucionario o elemento transformador de la sociedad.
[23] Especialmente en El miedo a la democracia, El nuevo orden mundial (y el viejo), Los guardianes de la libertad o La aldea global (esta última escrita en colaboración con H. Dieterich).
[24] No Logo. El poder de las marcas. Ediciones Paidós Ibérica S.A. Barcelona, 2001.
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• Sloterdijk, P.: Crítica de la razón cínica. Ediciones Siruela S.A. Madrid, 2003.
• Vattimo, G.: El fin de la Modernidad. Editorial Gedisa. México, 2004.
2 Comments
Muchas gracias, por compartir tus papers me sirvieron mucho (incluso cuando los encontré llore un rato de felicidad) porque erajusto los conceptos que yo estaba buscando para terminar un ensayo de l universidad.
Gracias a ti. Es un placer compartir impresiones e ideas. Un saludo.