Prólogo a la novela «Keith Landdon: memorias no autorizadas» de Raül V. Rey (Ediciones Dyskolo)

La gente, la escuela, los anuncios de la tele, tus padres, todo el puto sistema te dice la familia, los valores, la ecología, un mundo mejor, lucha por ellos, defiéndelos. Pero solo sueltan esas chorradas porque les espanta sentarse consigo mismos y ser sinceros por una vez en sus miserables existencias; de serlo, de ser sinceros, tendrían que admitir que nada de esas gilipolleces les han hecho más felices ni sentirse plenos ni satisfechos”.

Esta es solo una de las caras, la más significativa si cabe, del personaje que nos acompaña a lo largo de esta obra plagada de recursos sorprendentes e ingeniosos, cambios de registros y de discursos al más puro estilo del realismo contemporáneo, con el que Raül V. Rey conquista la narrativa después de haber abordado durante buena parte de su vida la poesía y el teatro. Y este bagaje en los otros géneros literarios por parte del autor se deja ver claramente en el recorrido existencial que nos narra Keith Landdon, protagonista de la novela y casi único narrador de una obra sin pausas, sin puntos y aparte, sin tregua, en la que el resto de personajes y su interacción con ellos forma parte de las propias reflexiones del protagonista, de sus soliloquios desesperados a veces, como si de una puesta en una escena teatral se tratase.

Y la poesía, también presente de manera implícita y hermosamente sutil en esta novela. Este hábil empleo de la poética se ha vuelto imprescindible para revestir lo a menudo trágico de la vida, con su angustia y falta de sentido, de la magia, en su acepción más ancestral, de la que está dotada todo lenguaje poético, y que en esta historia riñe en todo momento con el mundo real, enfrentándose a su vulgaridad, a su avaricia y ambición desmedidas, a las palabras soeces, a todo lo inconfesable, lo más atávico, lo más primario, para lo que el mundo no está preparado ya. Pero la poesía, sí.

Por eso Keith no tiene miedo de contar su historia, la de verdad, la oculta, la que muestra la parte más despreciable de sí mismo, pero la más auténtica también, como ocurre en cada uno de nosotros. Incluso ese lado mezquino y sucio se torna bello bajo el filtro de la poética, como consigue Raül V. Rey en esta obra a través de un personaje con el que el autor asegura no identificarse pero en el que reconocemos ciertos atisbos de sí mismo: sus inquietudes literarias, artísticas y cinematográficas y cómo estas resultan ser un buen bálsamo para combatir los estragos del mundo, del artificio; su pasión por la interpretación y la deuda para con los que le mostraron el camino y las técnicas de esta vieja disciplina; o su consciencia acerca del funcionamiento del complejo sistema que todo lo envuelve y los mecanismos de control a los que este nos somete con perfecta sutileza. Todo ello se encuentra, de un modo u otro, en Keith Landdon, además de otros muchos rasgos que le convierten en un personaje sumamente interesante, excelente ejemplo de la alienación y la angustia existencial de la que nos ha dotado el mundo que hemos construido.

El propio título de la novela, poniendo el énfasis en el calificativo “no autorizadas”, nos ofrece una primera pista acerca del talante que puede llegar a adquirir una obra escrita en primera persona, donde su narrador se desprende de toda atadura emocional, de todo convencionalismo moral, para compartir sin tapujos, sin límites, todo su mundo interior con el lector. Toda una serie de transgresiones que Raül V. Rey consigue relatar magistralmente a través de su protagonista, desafiando lo políticamente correcto, los tabúes que aún recorren cada ámbito de nuestra sociedad (sexo, depresión, ansiedad, suicidio), para mostrar su lado más nihilista, en el que podríamos acabar sumergidos por completo, como bien vaticinaron hace un par de siglos algunas corrientes de pensamiento crítico al imponerse definitivamente el modelo económico, social e ideológico que llega hasta nuestros días. Keith Landdon, analizado desde una perspectiva filosófica, representa el triunfo del sistema capitalista, ejemplificado en la deshumanización a la que este nos conduce, también estudiada por buena parte del pensamiento contemporáneo (Foucault, Deleuze, Guattari). Es la búsqueda constante de algo que hemos perdido, que desconocemos, que nos ha sido arrebatado en favor de la artificialidad del constructo, del progreso técnico, emocional y personal que se nos prometió durante el Siglo de las Luces, y que efectivamente acabó llegando para algunos, pero solo en capas muy superficiales, y pagando un precio demasiado elevado por ellas. Y ahora se nos muestra en forma de vacío, de angustia existencial, de desconocimiento acerca de lo que somos, lo que fuimos y lo que nos falta, lo que hemos sacrificado en favor de unos patrones de vida ajustados a las directrices occidentales.

“(…) el dolor duele un poco menos porque deja de tener significado. Aun así vuelvo a sentirme con ganas de llenar la bañera y gritar a pleno pulmón dentro de ella (…). A veces me pregunto si debería buscarme un psiquiatra que me alivie esta angustia súbita que de cuando en cuando me asalta, como un fantasma agazapado tras la puerta; un médico que me dé unas pastillas y se desvanezcan por unas horas estas ganas de pegarme un tiro y dejar un cuadro de sesos sobre la pared blanca. En la vida solo el arte tiene sentido y vale la pena vivir para ello. Sé que me contradigo, pero no hay nada más humano que la contradicción (…)”.

Y esta rémora de insatisfacción que envuelve a Keith Landdon a pesar del éxito, del dinero, de la fama, del sexo sin límites, sin condiciones, es narrada sin cortes, sin pausas, casi sin respiración, combinando largas reflexiones con frases cortas, contundentes, que el lector debe completar en ocasiones, guardando un equilibrio perfecto entre una redacción y un lenguaje muy cuidados, oraciones elaboradas, repletas de recursos poéticos clásicos como la comparación, la metáfora o el polisíndeton, y un estilo mucho más vulgar, aunque no por ello exento del ritmo y la belleza propia de la lírica, recordándonos a algunos de los grandes escritores del realismo contemporáneo, como Henry Miller, Charles Bukowski, Roberto Bolaño o Pedro Juan Gutiérrez. Y al igual que ellos, Raül V. Rey exhibe en su obra las miserias personales de su protagonista, sus inclinaciones y perversiones sexuales, relatadas al detalle sin pudor, sin contemplaciones, con la naturalidad con la que todos las vivimos en nuestra intimidad, contrastando con el rechazo que ello supone para una sociedad que reclama subliminalmente la sexualidad que ella misma ha reprimido y que no se atreve a manifestar en todo su esplendor.

Los cambios de registro, cuando otros narran de manera puntual los acontecimientos que rodean al protagonista; las metahistorias que se introducen en la obra, con sus propios personajes, interpretados a su vez por los integrantes de la novela; los cortes abruptos en el ritmo narrativo, al modo en que en términos artísticos F. W. Adorno denominó conmoción en el espectador; o los diálogos que se mezclan con los soliloquios constantemente, así como ocurre también con los recuerdos y el tiempo presente, son algunos de los ejemplos de esta ambiciosa apuesta literaria con la que Raül V. Rey nos sorprende gratamente en su primera novela. Una de estas muestras más interesantes es el cambio narrativo a la segunda persona, casi como si de una oda trágica se tratase, cada vez que aparece en escena uno de los personajes trascendentales para el protagonista:

“(…) brindaré por ti y por tu cuerpo desvanecido a miles de millas, perdido por no sé qué jodidos parajes mientras entierras a tu madre, que seguro ha muerto sin saber que gimes como nadie y que con eso vuelves locos a los demás, que sudas como nadie, que chupas la polla como nadie y que tíos de todo tipo te ponen a cuatro patas para desfogarse, ella no podía imaginarte como yo te imagino, por eso ella seguía queriéndote maternalmente (…)”

A través de todos estos recursos que desafían a la narrativa clásica se desvela el trasfondo crítico de la obra que vamos descubriendo a través de su protagonista, de sus reflexiones sobre el mundo que habita y que él mismo contribuye a perpetuar, de la brecha de género en su profesión y en los ámbitos en los que esta se desenvuelve, de las relaciones humanas establecidas desde el artificio, el convenio o la ambición, acordes al sistema al que todos pertenecemos. Aunque más allá de todo eso, se trata ante todo, de una historia bien contada.

Patricia Terino

Agosto, 2018

Patricia Terino
Patricia Terino
Soy Patricia Terino, licenciada en filosofía, profesora y escritora. En este sitio encontrarás todos mis trabajos en el ámbito de la literatura, la filosofía y la crítica social, con el fin de despertar tu interés por el análisis y la reflexión sobre la realidad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *