Visiones de Cody, Jack kerouac

Visiones de Cody es probablemente la novela más experimental de Jack Kerouac, donde no solo relata sus experiencias de viaje, sexuales, familiares o las referidas al consumo de alcohol y drogas, sino que también constituye un reclamo o llamada de auxilio ante la desolación interna que sintió durante buena parte de su vida y que parecía aliviar tan solo a través de la literatura y el jazz.

 

La obra supone un tributo a Neal Cassady, venerado por Kerouac desde que se conocieron en 1946 a través de amigos comunes en los círculos literarios de la universidad de Columbia. Y esa relación, más allá de la propia amistad, como si de una suerte de vínculo vital ineludible entre ambos se tratase, perdurará hasta el fin de sus días, sobrevenido prematuramente en los dos escritores, con tan solo un año y medio transcurrido entre los fallecimientos de ambos, como si la interdependencia existencial entre los dos culminara de un modo épico y literario con la muerte de Cassady, arrastrando consigo, poco tiempo después a Kerouac.

 

HAY ALGO INTERESANTE en la capacidad de Cody para entristecernos a su mujer y a mí, también a sus amigos, como he podido observar; ¿será el mismo sadismo de su poderoso rostro al abrirse camino por las tormentas de una Montana planetaria?, y yo con él, encarando las inclemencias telúricas de un universo implacable sin otra opción que afrontarlas y capearlas con estoicismo, como osos y renos- No hay lugar para la ternura; no hay tristeza en la ternura. Cody está triste. Nos entristece”. [1]

 

La obra está articulada a través de una estructura irregular y vanguardista en muchos aspectos, donde explora distintos ritmos de narración, combinando estilos y géneros diferentes, pues la parte central de la novela está conformada como si de una pieza teatral se tratase, en la que se suceden en escena los distintos personajes, todos ellos trasuntos de los amigos de Kerouac, si bien es verdad que son Jack y Cody los que intervienen en todas las conversaciones y monólogos internos en los que se permiten divagar. Se trata, a mi juicio, de la parte más experimental e interesante de la obra, donde se descubren las verdaderas inquietudes de ambos personajes y se relatan con la excelente frescura y naturalidad que acostumbra a emplear Kerouac en sus textos, las experiencias cuasi místicas que comparten bajo los efectos de las drogas y su extrapolación a la metaliteratura que nos acompaña con frecuencia a lo largo de la novela.

 

Durante toda esta parte de la obra, los dos amigos escuchan grabaciones de conversaciones entre ambos a través de las cuales van evocando recuerdos y situaciones vividas con anterioridad, decidiendo al mismo tiempo cuáles de las mismas pueden ser empleadas en sus próximos libros, mientras que otras muchas ya se plasmaron en obras anteriores como En la carretera o en Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques, escrita junto a W. Burroughs. Al hilo de este último precisamente, nos relata, con total naturalidad en conversaciones de los trasuntos de Neal Cassidy y su esposa Carolyn, el incidente que acabó con la vida de la esposa de Burroughs, Joan, a manos de este en una de sus temerarias veladas jugando Guillermo Tell; o los acontecimientos sucedidos en torno al asesinato de David Kammerer por Lucien Carr, también integrantes del círculo literario que se gestó en torno a la incipiente generación beat, y cuyo relato se plasmó conjuntamente por Kerouac y Burroughs en la obra Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques[2], mencionada anteriormente; o las propias discusiones o malestar conyugal entre Neal y Carolyn Cassady, presenciado por Kerouac mientras vivió una temporada con ellos.

 

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Kerouac recrea en esta parte de la obra, las frases inacabadas en las conversaciones mantenidas con Cassidy (Cody), los titubeos, los gestos, impresiones o interpretaciones musicales, detalladas a través de las acotaciones que se suceden para plasmar de modo fidedigno la sucesión de escenas y situaciones vividas por los personajes, dando forma así, a través de estos retazos, a la obra en la que ha querido plasmar, no solo las experiencias vividas, sino también el halo de insatisfacción y pesar que parece acompañarle de forma constante, en una controversia permanente entre la inadaptación ante un mundo del que no se siente parte y por ello acelera su final en una huida precipitada hacia la muerte, y un afán incontenible de fama y reconocimiento, consciente desde sus primeros escritos, de que su obra representaría un punto de inflexión en la literatura, marcando la senda a seguir por las próximas generaciones, como él mismo reconocía en las cartas escritas a A. Ginsberg[3] o en La filosofía de la generación beat y otros escritos[4]  Y así fue, pues a pesar de su reticencia a las etiquetas y denominaciones, la generación beat cambió el rumbo de la literatura, instaurando un nuevo modo de escribir a través de un lenguaje directo, incisivo, sin adornos, tapujos ni reparos en trasmitir lo más despreciable de uno mismo.  Todo ello envuelto de un halo poético que no deja de estar presente a pesar de la vulgaridad, o más bien combinándolo con la misma, sin quedar reñidos sobre el texto. Y a través de estos recursos, repudiados por la crítica y la tradición en un primer momento, Kerouac se debate entre el rechazo ante una sociedad y un mundo miserables y la veneración hacia todo aquello que nos permite permanecer y sobrevivir en él.

 

En la novela aparecen, además de Neal Cassady, los principales componentes del grupo más que literario con el que se relacionaba Kerouac (A. Ginsberg, W. Burroughs, Joan Vollmer, L. Carr, Carolyn Cassady, entre otros/as), pues además de compartir inquietudes en este ámbito, conformaban también casi una hermandad entre ellos, donde especialmente A. Ginsberg velaba por el bienestar del grupo, acogiéndolos en su casa, ayudándoles económicamente o promocionando sus obras entre las distintas editoriales y contactos, como bien queda reflejado en la correspondencia publicada entre él y Kerouac, especialmente.

 

Referente sin duda de la esencia literaria de la generación beat, Visiones de Cody, a través de la propia mística del título de la obra, supone un viaje a ninguna parte, como experimentó el propio Kerouac, un camino a medio recorrer entre la frustración y la desidia de un mundo que ya no le pertenece, y el entusiasmo y fervor con el que la literatura y el jazz le hacen sobrevivir en él. Al menos mientras Neal (Cody) le acompañó.

 

«Adiós, tú que viste caer el sol junto a las vías, a mi lado, sonriendo-

Adiós, Rey[5]

 

[1] Visiones de Cody, Ediciones Escalera, 2014.

[2] Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques, Anagrama, Barcelona, 2010. El manuscrito permaneció oculto durante más de sesenta años por requerimiento de Lucien Carr, quien pidió a Kerouac y Burroughs que no lo publicasen hasta después de su muerte, pues intentaba superar las penurias emocionales y existenciales a las que se vio arrastrado por los hechos que en dicha novela se relatan: el asesinato de D. Kammerer a manos de L. Carr.

[3] Cartas, Anagrama, Barcelona, 2012.

[4] La filosofía de la generación beat y otros escritos, Caja Negra, Buenos Aires, 2015, donde escribe sentencias como esta: “Me dan pena los que escupen a la Generación beat, el viento los disipará y los borrará de la historia”.

[5] Son las palabras con las que Kerouac pone fin a la obra.

Patricia Terino
Patricia Terino
Soy Patricia Terino, licenciada en filosofía, profesora y escritora. En este sitio encontrarás todos mis trabajos en el ámbito de la literatura, la filosofía y la crítica social, con el fin de despertar tu interés por el análisis y la reflexión sobre la realidad.

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